Son cerca de la 1 de la mañana y salgo al porsche de la casa de mi tío Gustavo “Tavo” Villavicencio y que hoy pertenece a su hijo Sergio, mi compadre, y en donde me estoy quedando estas vacaciones en San Ignacio. Es raro que me acueste a dormir temprano y como el horario de aquí del sur es con una hora más que en “el norte” como se sigue diciendo pues a mí conveniencia para mí son las 12, Sergio y Paula tienen una mesa con sillas en la entrada de la casa con una jardinera repleta de matas de hojas largas y otras gruesas, y nos da sombra un inmenso árbol del Hule y otros más que tapan el cielo y de donde tengo que mover el pescuezo para poder vicentear alguna estrella.
Siempre trato de sacarle provecho a los días; me acuesto tarde y me levanto temprano, pero de unos años para acá he tratado de aprovechar la noche para reflexionar lo vivido en el día y recordar algunas otras cosas, a veces importantes de trabajo, de recuerdos o simplemente pensar en lo que tengo y lo que quiero hacer.
Esta noche no es como cualquier otra porque me encuentro lejos de mis gentes y por lo mismo te entra la nostalgia y ya quiere uno estar con ellas sin embargo mi rutina nocturna continúa. Pues bien, me siento y pongo mi cajetilla de cigarros y un encendedor para fumarme el último de ese día e irme a la pernocta. De repente me saca de mi estado de contemplación de las casas y lo que hay a mi alrededor dos de los perros que tienen mis compadres, Maya e Isidro los cuales ya me reconocen y se acercan; mientras la perra Maya se acerca con una pelota de plástico entre su hocico claro ya sin aire Isidro se sienta un poco más lejos de mi junto a una jardinera y le alcanzaba a ver sus ojitos vivarachos ya que tenía pues una luz de la entrada encendida.
Al dejar a los perros hacer lo suyo continúo en lo mío, a ver el cielo, las casa de Los Zuñigas, del Pelón Mayoral, de Juanita Ames, la esquina de lo que era el salón de Petróleos y lo que queda del segundo piso donde vivía el chino H. Liu Mindó (Humberto); y las luces de las casas que se miran a la distancia en una parte alta a la falda del cerro. No faltaba de vez en cuando un ladrido tenue y de pájaros nada, pues aprovechan para dormir y con suerte podría oír a una lechuza pero no la tuve, todo era quietud y al abrigo de esto empecé a recordar mi infancia y cuantas veces he venido a esta casa, posiblemente más que a la de mis abuelos y claro te invade una tristeza al saber que las personas que quieres, con las que creciste, viviste, te formaron ya no están físicamente pero espiritualmente están vivas, son parte de nos. (así abreviado) y voy recorriendo las casas y acordándome de cada uno de ellos, Las personas en verdad mueren cuando ya no las mencionamos, cuando dejamos de evocarlas, cuando las olvidamos, esa es para mí el concepto de la muerte de una persona no realmente el despojo humano del Alma; seguía mis recuerdos y pensando que afortunado soy en este momento de estar aquí fusionándome con la noche y en ese momento de euforia fue cuando decidí prender mi cigarrillo, ¡ahhhhh! Que buen jalón le di y entre las luces y penumbra miraba como el humo al expulsarlo se movía a diferentes direcciones ya que estaba corriendo un airecito que dejaba la temperatura de esa noche muuuuyyyyy agradable; Maya llega y huele el tabaco y no le gusta, la perra soltó la pelota que traía y es muy común en los perros que cuando huelen algo emiten un estornudo, siento que más de enfado que de repugnancia y se alejó de mí, me empecé a reír, pero ya no se me acercó. Cuando uno es joven piensa que las personas mayores ya no tienen otra cosa que hacer más que recordar su pasado y platicarlo, pero no es así los pensamientos son propios de cada edad y bueno entre más viejo está uno más los afina y los platican mejor; hay que entender una cosa un pueblo como este lo vemos de distintas formas a medida que envejecemos y decimos - ¡Cómo ha cambiado San Nacho! Pero no es así el pueblo sigue siendo el mismo, nosotros somos lo que cambiamos, en fin el cigarrillo se acaba, me tengo que acostar, hay que tratar de descansar porque mañana será otra aventura en mi pueblo, arrojo la colilla de cigarro prendida hacia la calle pero por el viento se desvió a una jardinera que estaba a un lado del Isidro, y el perrito al ver volar la luz rojiza de la bacha se paró y la olió y de repente pegó un brinco cuando se quemó la nariz, se alejó rápido no sin dejar de mírame con unos ojos de enojo posiblemente pensando maldiciones en mi contra ahora si “mascullando entre dientes” ojalá y te quemes la nariz tu Pilin para la otra fumada, jajajaja. Y a dormir.